Hacer una definición del underground en las cuatrocientas palabras a las que intentamos ceñirnos en nuestra carta diaria sería complejo. Así que lo resolveremos con un remate ingenioso: no sabríamos definirlo, pero sabemos reconocerlo cuando lo vemos.
Nos acaba de pasar con la novela Al final siempre ganan los monstruos, de Juarma. Juarma, a secas. Los dibujantes firman con un nombre solo y él viene de ahí, de contundentes viñetas de trazo nervioso.
La novela la protagonizan cinco amigos y su entorno –una familia, un puño cerrado–. Amigos desde pequeños en un pueblo de los montes orientales de Granada. Lolo, el elocuente con los puños. Liendres, el amigo del subidón y del amor bonito. Jony, el pragmático camello que estudio Filosofía. Dani, el mentiroso guapete que trabaja en un banco. Juanillo, el mayor, el que se cree Bruce Lee, el que piensa que el mundo se lo debe todo.
Tienen ya treinta años y la argamasa que mantiene unida a la pandilla es la cocaína. “La sucia porloca, que te la metes por la nariz “, que dice la mujer de Juanillo. Trabajan cada uno en lo suyo, salen y la lían. Llenan su vacío con droga que les produce más vacío y así en espiral. Reducen sus problemas a uno: pillar y meterse.
Gente sin un futuro en el que encajar, que se hace las rayas con la tarjeta de fidelización del Game, la tienda de videojuegos. Quizá sea esta imagen la mejor metáfora de la historia sobre el peterpanismo, el negarse a crecer.
Hay al menos dos razones por las que nos parece muy especial este libro.
Una, la construcción literaria. Son capítulos narrados en primera persona por cada uno de los personajes, cada uno con su voz propia. Miradas muchas veces contradictorias, lo que tiene todo el sentido: el adicto levanta una fachada, termina por creerse sus mentiras, su careta, pero enseguida viene alguien a echarla abajo. Esto funciona como un antídoto contra la mitificación de ese estilo de vida, contra lo literariamente fácil.
Juanillo, que cumple una especie de función de bisagra en el libro, lo hace explícito: “No somos buenos ni nobles, sólo un puñado de liantes, pordioseros y embusteros enganchados a la coca. No te creas mucho las cosas que te cuenten. Las adornan mucho”.
Y dos, segunda razón. Es una escritura nacida de la necesidad de expresarse, del viejo lema punk “Hazlo tú mismo”. Reeditada ahora por Blackie Books se había publicado ya en una editorial minúscula y fue creada durante un grupo de lectura en Facebook.
Juarma se crio en un pueblo que podría ser el de la novela, con unos amigos que podrían ser como esos. Eso es lo de menos, tal vez. Escribía y dibujaba desde los catorce años, trabajando en el campo, en la construcción y en lo que fuera. Cuenta que un día que salió en el periódico, su jefe llevó un ejemplar a la obra y les dijo a los demás: “Tenemos uno internacional”.
A lo mejor al final si tenemos una definición para el underground: lo que se hace contra todo pronóstico.
Es nuestro libro de la semana. Es duro y tierno, brillante y honesto y esos monstruos que siempre ganan al final te van a comer un poco el corazón si te dejas.
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PD: 400 palabras dice, jajaja. Cualquier día nos vas a tirar con algo.
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