¡Buenos días, profe! 👋 ¿Cómo estás?
Hoy me cuelo por aquí antes de cenar. Es un poco raro, ya que creo que todas las ediciones las he enviado siempre el domingo por la mañana. Con las oposiciones y una fiesta sorpresa que le hicimos ayer a mi primo no me ha dado tiempo a preparar el boletín, pero no quería dejártelo de enviar. Así que vamos al tema.
Ayer mi primo Nico cumplió 31 años. Su hermano, junto con un par de amigos, le organizaron una fiesta sorpresa en su chalet a la que fuimos unas 30 personas.
Sobre las 13:00, todos los asistentes quedamos en un bar cercano para reunirnos y entrar todos juntos al chalet, cantándole cumpleaños feliz y esperando una reacción de mucha alegría y sorpresa por su parte.
Y este es el gran fallo que tuvimos. Mientras tomábamos esas cervezas fantaseábamos sobre la reacción de mi primo. Llorará decían unos. Se pondrá a saltar y a hacer el "mono" decíamos otros. O vendrá a abrazarnos en seguida a todos y todas. Ya ves, cada uno compartía lo que él y ella probablemente harían o, conociendo a mi primo, creían que iba a hacer.
Y no. No funcionamos así. Y nuestro alumnado tampoco. A veces, preparamos actividades, tareas, dinámicas, juegos y recursos fantaseando, imaginándonos el efecto que tendrá en el alumnado. Pensamos en Rafa, Roberto, Elena o Isabel y cuando llegamos a clase... ¡qué desastre! ¿Qué ha podido fallar? Ninguna reacción esperada se ha visto.
Y esto nos pasó ayer. Mi primo giró la esquina de la caseta y vio allí a 30 personas con globos, riendo, bromeando y cantando el "cumpleaños feliz". Se quedó parado. Nos miró y dijo: "¿Pero vosotros qué hacéis aquí?" Seguido de un "Mmmm... pues gracias".
Así, sin más. ¿Qué pudo fallar? La respuesta es nada. Pensamos en las reacciones de otras personas teniendo en cuenta las nuestras propias. Olvidamos la situación, emociones o incluso el shock que puede causar la sorpresa.
Lo que hicimos, y es esencial en el aula, ser flexibles y adaptar el plan. Su hermano cogió en seguida el altavoz y puso una de las canciones favoritas de Nico. Todos nos pusimos a cantar y bailar y él, como no podía ser de otra forma, ya se unió.
La importancia de la improvisación.
¡Vamos al lío!
|